martes, 24 de enero de 2012
Zona de confort. David Learsi
David Learsi es ya un
viejo, pero todavía sigue repitiéndose cada mañana: sólo me tengo a mí mismo.
Es un viejo pero aún se siente con fuerzas para rejuvenecer. Es un viejo casi
desde que nació, porque nació sodomizado. Violado. Vejado. Violentado.
Sacudido. Apaleado. Pero con todo y con eso, fue capaz de nacer. Learsi es un viejo que
vive paranoico, pertrechado tras los muros de su casa y armado hasta los
dientes. Cree que su vecino lo va a destruir. Pero su vecino es un pobre
hombre, otro hombre tan viejo como Learsi, tocado siempre con un pañuelo
palestino, que mata las horas lanzando la caña al agua. Un día el hombre del
palestino se percata de que bajan menos peces que de costumbre. Otro día se
topa con algún pez muerto. Maldice su suerte y se va. Un día más y el riachuelo
baja sin vida, sólo agua y mosquitos. Se acerca a la puerta del vecino, por
preguntarle. Pero Learsi le grita desde algún lugar que se vaya. El pescador se
para a mirar la casa de su vecino, sus muros tan elevados, su puerta enorme y
robusta. Vuelve a golpear con fuerza la puerta, con una piedra. Silencio. De
pronto, una voz. ¡¿Qué quieres?! ¿Vio lo de los peces?, pregunta el viejo
pescador. ¡Los peces son míos! Responde Learsi. El viejo pescador del pañuelo palestino retrocede
contrariado y grita: ¡Cómo que son suyos! ¡Son de todos! Y así han seguido, discutiendo
sin que pase realmente nada muro adentro. En seis días, David
Learsi dejó sin alimento a su vecino. Según él, el problema lo tiene el viejo
pescador, que está fuera de la zona.
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