AKIRA. ¿Tú qué?
YUKIYA. Yamata-no-Orochi, con sus ocho
cabezas y sus ocho colas.
AKIRA. Yo Medusa, la gorgona.
YUKIYA. ¿Tú dónde?
AKIRA. En el pubis.
YUKIYA. Yo en torno al cuello.
AKIRA. ¿Tú por qué?
YUKIYA. Porque los viejos se enroscan al
cuello motivos que recuerdan a sus victorias.
AKIRA. A mí me han de vencer....
AKIRA. ¿Tú por qué?
YUKIYA. El dolor de enterrar al dragón
bajo mi piel me hará fuerte.
AKIRA. Yo me tatúo protección y me
proporcionará elementos de sorpresa.
YUKIYA. ¿Comemos?
AKIRA. ¿Hay alguien en la casa?
YUKIYA. Yo creo que no.
En esta zona todo suele
ocurrir más o menos así. La sensación es que no ocurre nada. Yukiya y Akira
comen como hurones en la oscuridad y desaparecen. Siguen dándole vueltas al
tatuaje que se harán mientras sus padres, miembros de la oligarquía financiera
japonesa, no hacen acto de presencia en las vidas de sus hijos más que una o
dos veces al año, y fugazmente. Siguen tratando de entender si es bueno o malo
traer hijos a este mundo y Yukiya y Akira van de ciudad en ciudad con todo
pagado para expiar la culpabilidad de sus progenitores.
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