martes, 24 de enero de 2012

Zona de confort. Malcom Florty

Malcom Florty tiene una vecina joven y bastante atractiva, pero no habla su idioma. Malcom espía sus movimientos tras la maleza, para aprender sus rutinas. Dentro de poco su vecina desaparecerá. Todas las vecinas desaparecen. Se exprime las neuronas cada noche antes de dormir para diseñar la mejor estrategia.    

Lo cierto es que una noche, Malcom Florty esperó despierto hasta que su vecina, Sofía Fernández, llegara a casa. Su objetivo era sólo saber su hora de llegada, pero el botín fue mayor. Excitado, se acercó todo lo más que pudo hasta la ventana de Sofía y la vio desnudarse. Y tan pronto Sofía apagó la luz, él salió disparado hasta su cuarto y allí se la machacó como un mandril. La casualidad quiso que a la mañana siguiente, cuando Malcom volvía de su paseo matutino, se cruzara con Sofía en el jardín que circunda el edificio. Él se quedó paralizado y su cara debió denotar el estupor hasta el punto de que Sofía se detuvo y le preguntó que si estaba bien. Sí, hola, respondió Malcom, sorprendido por haberla entendido. Cuando pegaba la oreja a la pared, la oía hablar en un idioma desconocido para él, quizás portugués o griego, quién sabe. Pero la entendió y quiso saber por qué. ¿De dónde eres? Le preguntó Malcom. De España, respondió Sofía. ¿Y cómo te llamas? Dijo ella. Pues Malcom. Pues yo Sofía. Mucho gusto, Sofía. Igualmente, adiós Malcom. Adiós Sofía, dijo Malcom en un susurro ahogado por el miedo. Y verla salir del jardín y alejarse calle arriba y era como si la luna se le fuera y se oscureciera todo y los lobos comenzaran a aullar y todas las fieras se le arremolinaran en torno a los testículos y volvió a salir corriendo hasta su cuarto y a machacársela como un mandril. Suponiendo que los mandriles se la machaquen. Sí, ¿no?

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