martes, 24 de enero de 2012

Zona de confort. Mary Apple Cross

Mery Apple Cross echa de menos su aventura de amor clandestina. Pero qué diría su marido si… qué diría su madre si… qué diría su hermana si… qué diría su amiga si… qué diría su perra si…
Cuando Mery Apple Cross se sentó frente a él una tarde de febrero, dibujó una vez más el gesto preciso. La mirada debe tener profundidad y la sonrisa ha de ser tan leve que los labios no se separen. Picock cree que controla su boca y el telón que enseña u oculta sus dientes. Mery Apple Cross sonrió aquella tarde de febrero y sus dientes eran blancos y estaban perfectamente dispuestos. Dos bocas, una pícara y cerrada y otra rota por la gran sonrisa. Un beso o varios en lontananza.
Mery Apple Cross está sentada en el sofá de su hogar conyugal. Llora. Los sábados por la mañana puede llorar, porque está sola. Y llora mientras limpia. Llora mientras cocina. Llora mientras juega con su perra. Llora mientras mira cómo se mecen las ramas del árbol que asoma por su terraza. Llora por todo y, cuando se le han gastado las lágrimas, se recompone y sigue viviendo. Porque en esta zona, ya os digo, nunca pasa nada. 

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